16 de abril de 2007

Sabor, color y alegría

Icono de la gastronomía mexicana, el chile complementa cualquier platillo dándole sabor, anima la comida, le da color y alegría resaltando sus cualidades.
Un buen taco de pastor, suadero o barbacoa, una quesadilla, un pambazo o un suculento huarache no pueden prescindir de una deliciosa salsa roja o verde, y qué sería de una torta de milanesa o de pierna sin unas rajitas en escabeche o un buen chile chipotle, qué pasaría si las enchiladas, el chicharrón en salsa verde, la tinga, las tortas ahogadas o los tamales verdes no picaran, o si no se pudiera disfrutar de un totopo embarrado de guacamole bien picoso, sencillamente los sabores serían otros y México no tendría la fama de poseer una de las mejores culturas culinarias.
En nuestro país, los chiles se consumen frescos, fritos, asados, en conservas o triturados, provocando sensaciones en el gusto que no pueden ser calificadas como dulces o saladas, sino simplemente como picantes. El escozor en la boca, que modifica y a veces hasta predomina sobre otros sabores, es lo que le da razón de ser a platillos tan típicos como el mole, el caldo tlalpeño, la pancita, o los indispensables chilaquiles. En México no se concibe un taco dorado o un sope sin salsa, mucho menos jícama, pepinos o esquites sin chile piquín, ni siquiera las sopas instantáneas se salvan de un buen chorro de salsa.
Tan importante es el chile en la alimentación de los mexicanos que en todos restaurantes de comida extranjera se complementa la mesa con alguna salsa o chiles en diversas presentaciones para que el comensal los agregue al gusto; en los restaurantes de comida rápida se entregan, junto con la orden, bolsitas de salsa sabor jalapeño; y así existen infinidad de ejemplos, lo trascendental es que un mesa mexicana siempre contará con la presencia del chile, ya sea en los platillos o como aderezo para los mismos.

Datos interesantes

La planta de chile, de tallo leñoso, forma normalmente un arbusto de hasta 150 centímetros de altura y las flores son blancas o verdosas en la mayoría de las variedades.
El fruto —técnicamente una baya— cambia en coloración y tamaño de acuerdo a la variedad; puede ser cúbico, cónico o esférico. De interior hueco, está dividido en dos o cuatro costillas verticales interiores que portan las semillas, generalmente de color amarillo pálido, pero también las hay negras; sin embargo, la mayor cantidad de semillas se aloja en la parte superior, junto al tallo. La carnosidad del chile también varía según la especie.
Cuando el fruto madura, sus colores abarcan, dependiendo de la especie, desde blanco y amarillo hasta morado intenso, pasando por naranja, rojo brillante y lavanda; el color verde es señal de inmadurez, aunque muchas especies se consumen también de ese modo.
En México se le denomina chile (del náhuatl ch_lli), pero en el caribe y otros países latinoamericanos también se le conoce como ají.
Para su cultivo es necesaria una temperatura ambiente media de 20° C, sin demasiados cambios bruscos y con una tasa de humedad no muy alta; requiere gran cantidad de luz, sobre todo durante el primer periodo de crecimiento después de la germinación. Los suelos ideales son aquellos que poseen buen drenaje, con presencia de arenas y materia orgánica. Todos estos requerimientos hacen que sean cultivados en invernaderos, donde el manejo de las condiciones exteriores son más controlables.
Cabe destacar que el chile es considerado un estimulante natural, se cree que es capaz de curar ciertos dolores, despierta el apetito, aminora los efectos de la gripa, ayuda a desechar toxinas (porque hace sudar), y se dice que hasta es de gran efectividad para sobrellevar la "cruda"; no obstante, lo que sí está comprobado es que el chile contiene cantidades importantes de vitamina C y diversos minerales, indispensables para una buena nutrición.

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