Ya sé por qué le ganó a nuestro labio el silencio,
y es que el reloj no tiene el tiempo,
no tiene el miedo,
el caso es que no conseguimos aislarnos del resto de
este mundo,
donde los humanos cambian los sueños por aire.
Dame alguna excusa que nos salve
o que nos traguen siete mares,
pero no me quites el coraje.
A. SANZ
4 de julio de 2007
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